Madrid, domingo 4 de febrero de 2018.
Estimadas compañeras y compañeros:
Soy Pepo Márquez, un placer saludaros. Desde 2001 he formado parte de unas cuantas bandas, pero los que me conozcan (no muchos) lo harán por mi trabajo en The Secret Society, por tocar la batería en Garzón, que más tarde cambió a Grande-Marlaska, o por mi labor durante los tres primeros años de existencia detrás del ya difunto sello Gran Derby Records. Nunca me he dirigido así a ninguno de vosotros y entiendo las reservas que este tipo de comunicación pueda generar, pero es la única forma que tengo de llegar al máximo número de personas posibles. Porque esto es un llamamiento. Y es urgente.
Desde hace año y medio, junto a otras y otros músicos, estoy involucrado en la creación de un sindicato de músicos a nivel nacional, la Unión Estatal de Sindicatos de Músicos, Intérpretes y Compositoras, en la ciudad donde resido, Madrid. Nunca antes había formado parte de un sindicato y nunca he estado afiliado a ningún partido político, dos datos relevantes para entender mejor lo que quiero contaros. Mis ingresos mensuales no vienen exclusivamente de la música: tengo un trabajo al margen de tocar en directo y componer, aunque siempre me hubiera gustado dedicarme a tiempo completo a la pasión que ha vertebrado mi vida desde que tengo memoria, que me ha permitido vivir cosas que de otro modo no hubiera vivido, y conocer a las personas que ahora forman parte de mi otra familia, la que no es de sangre.
El no haberme tomado nunca la música como un trabajo ha provocado que jamás me preocuparan los asuntos más administrativos derivados de esta actividad: lo poco que he cobrado siempre lo he cobrado, salvo excepciones, en mano, al margen de cualquier fiscalidad y sin hacerme demasiadas preguntas, porque ese poco dinero que he podido generar con mis grupos, ha durado poco tiempo en el bolsillo: siempre hay un local que compartir, un equipo que arreglar o mejorar, una furgoneta que alquilar, un tanque de gasolina que llenar, unos peajes que pagar y unos gastos básicos que cubrir. Nada nuevo para ninguno de vosotros.
Lo realmente curioso de todo esto es que pertenezco a un colectivo, el mismo que el vuestro, que tradicionalmente ha cuestionado todo: el poder, lo establecido, la sociedad, la apatía, la pereza, el machismo (aquí quizás me esté pasando de frenada), la SGAE, la juventud, a nuestros padres, Estados Unidos o incluso la legislación vigente sobre el consumo de drogas. Todo se cuestiona constantemente en nuestras canciones, en nuestros perfiles en redes sociales, en conversaciones entre nosotros y en grupos de whatsapp que, si en algún momento se hicieran públicos, pondrían en peligro la reputación de más de uno. Como decía: todo se cuestiona, menos nuestra situación profesional. Es irónico que en un colectivo acostumbrado a exponer sus sentimientos, a hablar tan abiertamente de cuestiones tan profundas y tan íntimas, se haya querido pasar por alto la que, quizás, sea más importante de todas: nuestra situación laboral.
En mi constante aprendizaje en este año y medio que llevo formando parte del esquelético sindicato de músicos, han sido muchas las cosas que me han llamado la atención: la primera de todas, la falta de solidaridad y empatía de los más privilegiados (no creo que sea necesario dar nombres, pero por privilegiados me refiero a aquellos que pueden vivir holgadamente de la música que hacen, que llenan grandes salas por todo el país, que son cabezas de cartel en festivales, cuya presencia es constante en los medios musicales, diarios y revistas lifestyle); la segunda, y quizás más sorprendente, derivada directamente de la primera, es saber que los músicos somos el único colectivo profesional dentro de las actividades artísticas que no tiene sindicato propio. Es vergonzoso y casi ofensivo. ¿No llama la atención que, por un lado, seamos los que más nos quejamos desde nuestros sofás, desde los asientos de atrás de las furgonetas, a altas horas de la mañana en camerinos de festivales repartidos por toda la geografía, y, por otro, los que menos hacen por cambiar su situación? Estamos dejando la resolución de nuestros problemas en manos de nadie. Estamos haciendo exactamente lo que criticamos.
Sé que no soy nadie representativo para llamar la atención de mis propias compañeras y compañeros, pero precisamente por eso, no tengo miedo: no temo que ningún festival deje de contratarme, porque no me contratan; no temo que me eche mi sello discográfico, porque me autoedito los discos; no temo que los medios me den la espalda, porque hace tiempo que no salgo en ellos. Pero resulta que escribo estas líneas sabiendo que he entendido lo suficiente de los mecanismos de la industria musical española y los mecanismos de la realidad más general para saber que es necesario hacer algo y que sin el apoyo de los nombres más emblemáticos y reconocidos de esta industria, nada de lo que planteamos desde la Unión Estatal de Sindicatos de Músicos va a tener la repercusión necesaria. Es verdad que compañeros como Nacho Vegas o Juan Aguirre de Amaral, se han interesado desde el principio por nuestra actividad, cosa que aprovecho para agradecer públicamente. El silencio del resto es significativo, a pesar de que sé con certeza que son sensibles a muchas causas y que se sobrecogen con accidentes de compañeros como el que sufrieron Supersubmarina, el terremoto producido hace unos años en Lorca (Murcia) o los actos benéficos de instituciones y organizaciones como Acción Contra el Hambre o Aldeas Infantiles. No existe un colectivo con el corazón más blando que el nuestro y, sin embargo, que se movilice menos por mejorar su propia situación y la de sus compañeros. Ahora es cuando alguna o alguno pensará: “No, pero yo un día mandé un mail y casi voy a una reunión” o “es que no me gusta lo que se dice en la cuenta de Twitter de @FrentePop”. Revisad vuestras excusas: no sirven.
¿Qué pedimos? Varias cosas. Por un lado, lo que recogimos y redactamos en el Manual de Buenas Prácticas para la Contratación en el Sector Musical, que se puede resumir de manera sencilla en un solo punto: el cumplimiento del Real Decreto 1435/1985 que regula la relación laboral entre el empresario musical (festivales, salas, marcas) y el trabajador (músicos). Cualquiera puede obtener el documento íntegro buscando en Google: “Manual buenas prácticas contratación musical”. Por favor, leedlo.
¿Por qué lo pedimos? Por dos motivos: por necesidad y por justicia. La necesidad viene marcada por la realidad. Y la realidad indica que debemos pensar a futuro, reconocer nuestro trabajo como una actividad laboral más y poder disfrutar de los mismos derechos que cualquier trabajadora o trabajador de otros sectores: baja por enfermedad, prestación por desempleo, vacaciones, pensiones por invalidez temporal o total o derecho a una jubilación. ¿Son injustas estas pretensiones? Honestamente, no lo creo. Y un sistema más justo es también un sistema más digno. Pero nadie nos lo va a regalar: tenemos que reclamarlo, que pelearlo, que imaginarlo, que conseguirlo. Si no por nosotros, por los que no pueden hacerlo, o por los que vendrán. Esa es la base de la solidaridad a la que muchas veces hacemos referencia pero a la que traicionamos cada vez que decidimos mirar para otro lado.
De ningún modo estoy menospreciando el esfuerzo que os ha costado llegar hasta donde estáis: conozco a tanta gente dentro de la escena que podría elaborar casi sin equivocarme una lista de todas las situaciones generales donde poder colocar cada uno de los casos particulares, desde el grupo que empezó tocando con instrumentos prestados y girando en coches de segunda mano hasta llegar a llenar un pabellón de deportes, a los que dejaron carreras profesionales de éxito en otra industria y lo apostaron todo a una sola canción. Nadie os está diciendo que hayáis hecho trampas, al contrario: llegar a vuestro nivel sorteando todos los problemas que supone ser músico profesional en España demuestra que sois gente sacrificada, tozuda e inspirada. Por ese motivo no me entra en la cabeza que nadie, ni uno solo de vosotros, haya hecho nada por comprometerse con una lucha que no es política, que no tiene nada que ver con lo que pensemos de los sindicatos, que no es ni tan siquiera cultural: es social y es transversal, porque nos afecta a todos. Por suerte para vosotros, estáis en una posición de poder, que podría marcar la diferencia, de una vez por todas y para siempre, entre lo anómalo y lo justo, lo que tiene que ser: no hay una ley que escribir, ni tan siquiera una ley que cambiar. ¡Hay una ley que respetar y tiene más de 30 años de antigüedad! ¿Por qué no se respeta esta ley? Primero, porque no se conoce. Y segundo, porque no interesa a los que nos contratan. ¿Cuántas veces nos llevamos las manos a la cabeza cuando nos enteramos que un familiar o un amigo está trabajando de falso autónomo en una empresa multinacional, ganando menos de lo que marca la ley y asumiendo unos riesgos que podrían costarle la salud o la propia vida y, sin embargo, nunca nos hemos preguntado cuál es la situación laboral de nuestras propias compañeras y compañeros músicos? ¿No es un disparate que contestemos entrevistas en medios nacionales dejando claro que somos gente comprometida y sensible con la realidad que nos rodea y luego, cuando somos interpelados para cambiar esa realidad, pongamos cualquier tipo de excusa, incluso reconociendo nuestra propia desfachatez ante la respuesta que damos? ¿A qué estamos esperando? ¿Hay algo más urgente que mejorar las condiciones laborales del sector al que pertenecemos?
Acepto que estemos confundidos: por un lado, no se nos explicó bien lo que era todo esto y, por otro, tenemos demasiadas cosas que atender para poder progresar o al menos no retroceder. Ninguna lucha fue fácil ni rápida. Pero hay que activarse: hay que hacer cosas que hasta ahora no hemos hecho, hay que reunirse, hay que conectarse, hay que debatir, hay que aprender, hay que informarse, hay que decidir, hay que hablar y, lamentablemente, hay que enfadar a alguna gente para poder conseguir lo que era nuestro y se nos está negando. Recordemos que ninguna reivindicación es cien por cien amable.
Que no se nos olvide: en el momento en que somos conscientes de un problema, nos convertimos en el problema hasta que decidimos formar parte de la solución. Conozco a gente idiota, todos conocemos a alguien, pero he conocido a poquísima gente mala; gente que prefiera estar del lado de los que hacen que las cosas sean peores.
Gracias por leer esta carta abierta y gracias de antemano por la reflexión que, estoy seguro, provocarán estas líneas. Es verdad que estamos en 2018 y que muchas otras profesiones nos llevan hasta medio siglo de ventaja en cuanto a organización sindical y solidaridad laboral, pero nunca es tarde para mejorar la realidad más próxima. Empecemos hoy. Contacta con la Unión Estatal de Sindicatos de Músicos, Intérpretes y Compositoras para conocer cómo puedes ayudar. Necesitamos un sindicato fuerte, convencido y solidario. No creo que estemos pidiendo algo que no podamos conseguir.
Un saludo,
Pepo M.